
                                                                
            Política anti-drogas para            la soberanía 
          y el buen vivir de los pobres del campo
                                                                DIEZ  PROPUESTAS            MÍNIMAS
1.            POLÍTICA            ANTI-DROGAS INTEGRAL, SOBERANA, DEMOCRÁTICA Y PARTICIPATIVA,            ORIENTADA A LOS            POBRES DEL CAMPO Y A LOS CONSUMIDORES.
En atención al fracaso de la llamada          guerra contra          las drogas impuesta por el imperialismo de los Estados Unidos,          se diseñará e implementará          una política anti-drogas de carácter integral, que considere          todas las fases          del proceso de producción (producción, circulación, distribución          y consumo) de          drogas ilícitas. Dicha política deberá atender los principios de          soberanía y          autodeterminación y de rechazo a toda forma de intervención          imperialista          extranjera; pondrá encima la defensa de los intereses          nacionales; deberá ser          construida en forma democrática y participativa, es decir, se          fundamentará en          la más amplia participación del conjunto de fuerzas políticas y          sociales de la          Nación y se acompañará de los aportes brindados por la comunidad          académica y          científica. De manera especial, se enfocará en la defensa de los          eslabones más          débiles de la cadena, los pobres del campo y los consumidores de          drogas          ilícitas, hasta ahora perseguidos, estigmatizados y          criminalizados.
2.            CONDICIONES ESTRUCTURALES PARA LA SUPERACIÓN DE LOS USOS            ILÍCITOS DE LOS            CULTIVOS DE COCA, MARIHUANA Y AMAPOLA
En consideración a que las causas          fundamentales de          la aparición y la expansión de los usos ilícitos de los cultivos          de coca,          amapola y marihuana son de carácter socioeconómico y se          encuentran en la          pobreza y miseria de los desposeídos, expropiados y desplazados          del campo, de          las comunidades campesinas, indígenas y afro-descendientes, la          condición          estructural necesaria para su superación radica en la          realización de una          reforma rural y agraria integral, socio-ambiental, democrática y          participativa,          que supere el latifundio improductivo y los usos extractivos          minero-energéticos          que favorecen la gran minería transnacional y la producción de          agro-combustibles,          y redistribuya y posibilite el acceso a la propiedad sobre la          tierra de los          campesinos, en condiciones de sostenibilidad económica y          socio-ambiental para          su buen vivir, y para contribuir a garantizar la soberanía          alimentaria.           De manera especial, se requiere el respeto y el reconocimiento          de los          territorios de las comunidades campesinas, indígenas y          afro-descendientes y de          su derecho al pleno disfrute de éstos. Las Zonas de Reserva          Campesina          constituyen un pilar de la sustitución de los usos ilícitos de          los cultivos,          razón por la cual deben tener una protección constitucional y          legal. Los          derechos humanos prevalecerán sobre la política anti-drogas. En          todo caso, ésta          tendrá una perspectiva de género y enfoques diferenciales.
3.            RECONOCIMIENTO Y ESTÍMULO A LOS USOS NUTRICIONALES,            MEDICINALES, TERAPÉUTICOS,            ARTESANALES, INDUSTRIALES Y CULTURALES DE LOS CULTIVOS DE HOJA            DE COCA,            MARIHUANA Y AMAPOLA
Teniendo en cuenta que la hoja de          coca posee usos          alimenticios, medicinales, terapéuticos, artesanales          industriales y culturales,          y que la marihuana y la amapola poseen algunos de ellos, todos          demostrados          científicamente, se adoptará una política de reconocimiento y          estímulo a esos          cultivos por parte del Estado cuando sean destinados para dichos          fines. Ello          implica estrictas regulaciones y controles estatales sobre la          producción y el          mercado, incluida la definición de zonas de producción, la          fijación de precios          de sustentación y condiciones socio-ambientales. De manera          especial, se          protegerán y aprehenderán las prácticas ancestrales de las          comunidades y          pueblos indígenas. Los recursos necesarios serán dispuestos por          el Estado.
4.            SUSTITUCIÓN DE LOS USOS ILÍCITOS DE LOS CULTIVOS DE COCA,            MARIHUANA Y AMAPOLA Y            PROGRAMAS DE DESARROLLO ALTERNATIVO
En casos a definir y concertar con          las respectivas          comunidades campesinas, indígenas y afro-descendientes, se          emprenderá la          sustitución de los usos ilícitos de los cultivos de coca,          marihuana y amapola a          través del diseño e implementación de programas de desarrollo          alternativo.          Dichos programas deberán contar con el apoyo y la financiación          estatal, para lo          cual se conformará un fondo especial; atenderán la requerida          sostenibilidad          socio-ambiental; y garantizarán la correspondiente rentabilidad          económica y          financiera. Asimismo, estarán sometidos a una permanente          revisión y evaluación          de los compromisos contraídos por el Estado a través de una          Comisión de          seguimiento y monitoreo, que contará con la participación activa          y decisoria de          las comunidades involucradas. Las FARC-EP reafirman el          compromiso de apoyo a          dichos programas, expresado en su momento en San Vicente del          Caguán, por          nuestro Comandante Manuel Marulanda Vélez. 
5.            SUSPENSIÓN INMEDIATA DE LAS ASPERSIONES AÉREAS CON GLIFOSATO Y            REPARACIÓN            INTEGRAL DE SUS VÍCTIMAS
Como un gesto para la construcción          de una paz          estable y duradera, y en atención a los daños que se generan          sobre la vida, la          salud, el medio ambiente, la economía, el trabajo y la soberanía          alimentaria,          incluidos los niños y las mujeres embarazadas, al desplazamiento          forzado y la          destrucción de comunidades que provocan, se procederá a la          suspensión inmediata          de las aspersiones aéreas con glifosato. De igual forma se          iniciará un programa          de reparación integral (individual y colectiva) de las víctimas          de dichas          fumigaciones a lo largo de las últimas décadas, las cuales          deberán ser          identificadas mediante censo especial. Para tal efecto, se          tomarán como          referente inicial las condiciones de reparación pactadas por el          Estado          colombiano con la hermana República de Ecuador por las          aspersiones realizadas          que afectaron parte del territorio y de los habitantes de ese          país. La          reparación integral compromete a los agentes causantes de los          daños: el Estado          colombiano, el Estado de los Estados Unidos que ha cofinanciado          dicha política,          y las empresas transnacionales productoras del agente químico          glifosato.
6.            DESMILITARIZACIÓN DE LA POLÍTICA ANTI-DROGAS, NO            INTERVENCIONISMO IMPERIALISTA            Y DESCRIMINALIZACIÓN DE LOS POBRES DEL CAMPO.
Se procederá a la desmilitarización          de la política          antidrogas y al rechazo del intervencionismo imperialista          estadounidense en          ella, lo cual supone sustraerla de la política contrainsurgente          basada en la          doctrina de la “seguridad nacional”. Ello implica desligarla de          los intereses          geopolíticos de Estados Unidos en Nuestra América, así como la          sustitución de          los llamados Planes de Consolidación, que someten a la ocupación          militar a los          territorios campesinos, indígenas y afro-descendientes, por          Planes          Territoriales de construcción de paz. De igual manera, conlleva          la no          persecución, la no estigmatización y la descriminalización de          los pobres del          campo, de sus organizaciones y de sus líderes; es decir, una          revisión y          redefinición a fondo de la actual política criminal del          Estado.   
7.            TRATAMIENTO DEL CONSUMO DE DROGAS SICOACTIVAS COMO PROBLEMA DE            SALUD PÚBLICA Y            DESCRIMINALIZACIÓN DE LOS CONSUMIDORES.
El consumo de drogas sicoactivas          será tratado como          un problema de salud pública en atención a que es un fenómeno de          carácter          multicausal, generado por las condiciones económicas, políticas,          sociales,          culturales propias de la sociedad capitalista, y relacionado con          la pobreza, el          desempleo, la falta de acceso al sistema educativo, la exclusión          social, y la          carencia de perspectivas de vida inherentes a dicha sociedad. La          responsabilidad principal para enfrentarlo recae sobre el          Estado, que debe          comprometerse con políticas de prevención del consumo, de          tratamiento          terapéutico a los consumidores, y de solución de las causas          estructurales que          lo originan. Las políticas a diseñar en este campo deben ser          construidas en          forma democrática y participativa, involucrando a instituciones          especializadas          y a los consumidores directamente afectados; así mismo requieren          el          alistamiento del sistema de seguridad social y la disposición          correspondiente          de recursos. De manera especial, es necesaria la superación de          las políticas          prohibicionistas y la consideración de la regulación estatal del          consumo,          incluida la legalización. Deben proscribirse las prácticas de          estigmatización,          persecución y criminalización de los consumidores, para lo cual          se hace          indispensable una revisión y redefinición de la política          criminal del          Estado. 
8.            POLÍTICA            ANTI-DROGAS CENTRADA EN EL DESMONTE DE LAS ESTRUCTURAS            NARCO-PARAMILITARES,            CRIMINALES Y MAFIOSAS ENTRONIZADAS EN EL ESTADO.
La política anti-drogas debe          centrarse en el          desmonte de las estructuras narco-paramilitares, criminales y          mafiosas entronizadas          en el Estado. Ello supone la identificación de sus dispositivos          y relaciones de          poder territorial y la depuración de todos los poderes del          Estado, incluidas          las fuerzas militares y de policía, considerando los demostrados          niveles de          corrupción e infiltración del narcotráfico, muchos de          conocimiento público.          Igualmente conlleva el reconocimiento de que los capitales y los          poderes          mafiosos del narcotráfico han permeado el sistema político y de          partidos, las          campañas presidenciales, las elecciones parlamentarias, hasta          conformar una          “narco-democracia”; han servido de soporte de estrategias          contrainsurgentes          terroristas de Estado, de carácter paramilitar; y conformado un          gran poder de          control territorial, a través del cual se han alistado          territorios para          promover nuevos y lucrativos negocios con la tierra y los          recursos naturales, y          se ha accedido a los recursos públicos. 
9.            POLÍTICA            ANTI-DROGAS CENTRADA EN LA PERSECUCIÓN A LOS CAPITALES            INVOLUCRADOS EN EL            PROCESO ECONÓMICO DEL NARCOTRÁFICO
La política anti-drogas debe          concentrarse en la          persecución a los capitales involucrados en el proceso económico          del          narcotráfico, así como en el conjunto de sus principales          beneficiarios. Además          de los propios narcotraficantes, se trata de los proveedores          transnacionales de          los insumos químicos para la producción de drogas ilícitas, de          las empresas          transnacionales productoras de material bélico que han armado          los grupos          narco-paramilitares, de empresarios capitalistas legales de la          producción, la          construcción y los servicios, que en la afanosa búsqueda de          mayores          rentabilidades han establecido “alianzas empresariales”, de          expertos lavadores          de dinero en instituciones financieras y en los mercados de          capitales. La misma          política económica neoliberal del Estado se ha beneficiado, pues          el blanqueo de          dinero contribuye a la estabilidad macroeconómica. En razón de          lo anterior, se          hace necesario la conformación de una Comisión de la verdad que          establezca          quiénes se enriquecieron, facilitaron y promovieron el negocio          del narcotráfico          en todos los niveles. De igual manera, resulta imprescindible,          una revisión de          las políticas neoliberales de desregulación financiera, incluido          el          restablecimiento del monopolio estatal sobre la compra y venta          de divisas y de          los controles estatales a los flujos de capital.
10.            RESPONSABILIDAD DE LOS ESTADOS DEL CAPITALISMO CENTRAL,            COMPROMISOS REGIONALES            Y REQUERIMIENTOS PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE UNA POLÍTICA            ANTI-DROGAS DE CARÁCTER            GLOBAL.
Considerando el proceso de          globalización          capitalista, no hay posibilidad para una política anti-drogas          que se          circunscriba al ámbito nacional estatal. La política anti-drogas          debe          involucrar a los países del capitalismo central, en especial a          Estados Unidos y          Europa. Sin su compromiso y responsabilidad para contribuir a la          reducción de          la demanda, enfrentar los problemas del consumo y combatir el          blanqueo de          dinero en sus respectivos países, no hay lugar para una solución          real y          efectiva al problema de las drogas ilícitas. Si las políticas          aquí propuestas          tuvieran la opción de adelantarse de manera exitosa, el negocio          se trasladaría          con fuerza a nuestros países hermanos, como de hecho ya ha          venido ocurriendo.          Por ello, la política anti-drogas requiere asumir compromisos          regionales, entre          otras cosas para que los argumentos de la “guerra contra las          drogas” no sean          esgrimidos contra los procesos de cambio político que se viven          en Nuestra          América. En ese sentido, se hace necesaria la realización de una          Conferencia          internacional que involucre a los principales países productores          y          consumidores, así como a aquellos que cumplen una función de          circulación en          esta empresa capitalista transnacional de carácter criminal, de          la cual deben          salir compromisos concretos de los involucrados, con el fin de          contribuir a la          solución del problema de las drogas ilícitas en nuestro país.  
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