&nbs p;  ;   ; & nbsp; La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, octubre 5 de 2013
REFLEXIONES  SOBRE            LAS PALABRAS DEL FISCAL MONTEALEGRE
Razón tiene el Fiscal General de la          Nación, Eduardo          Montealegre, cuando afirma que “con la legitimidad que gane el          proceso de          justicia transicional dentro de la ciudadanía, podemos responder          a los          apologistas de la guerra”. Pero habría que agregar que tal          legitimidad sólo          puede originarse en la idea de que cualquier normatividad que          tenga que ver con          la transicionalidad, debe ser consensuada entre las partes y          sometida al          escrutinio del soberano.
Y razón tiene también cuando expresa          que “el gran          desafío del posconflicto va a ser la guerra sucia”. Por ello          cobra valor la          necesidad de pactar y poner en práctica los mecanismos que          permitan desmontar          la Doctrina de la Seguridad Nacional, la concepción del enemigo          interno y el          paramilitarismo, como factores que han hecho posible el          terrorismo de Estado.          En Colombia nunca más deberán sucederse operaciones sanguinarias          como el          denominado Baile Rojo que exterminó al movimiento Unión          Patriótica.
Como observamos, en las          apreciaciones del Fiscal          Montealegre, hay realismo y sensatez; por eso entre todos          tenemos que evitar          que se haga realidad el mensaje premonitorio que expresa que “va          a haber guerra          sucia en Colombia, durante el posconflicto, y ese va a ser uno          de los grandes          desafíos del Estado Colombiano”.
De ahí que se haga más necesario que          nunca,          entender que un acuerdo de paz para Colombia, no puede ser si no          se pactan          efectivas garantías políticas y de respeto a los derechos          humanos para todos          los movimientos sociales y organizaciones políticas que          emprendan el camino del          ejercicio de la verdadera democracia.
Sin duda, nuestro país necesita “un          discurso          social, un discurso moderno, como el que expone el Presidente          Santos de          reformas estructurales a la tenencia de la tierra”; se requiere          hablar, sí, “de          reforma agraria, de reforma urbana, de hacer ajustes          estructurales al modelo de          Estado en Colombia”, como lo plantea Montealegre. Pero deben          estar estos          propósitos entretejidos con los anhelos, con las          reivindicaciones, que durante          décadas han levantado las inmensas mayorías desposeídas de          compatriotas, que          hoy claman, mediante la protesta popular en ascenso, que por fin          se instaure la          justicia.
Poseído de tanto juicio y cordura el          doctor          Montealegre deberá entender entonces, que un proceso así, no          puede ser posible          o factible si se pretende que el Estado, responsable fundamental          en la          generación y la permanencia de la confrontación, actúe como juez          de la misma, o          que, luego de medio siglo de lucha, la legítima resistencia          armada deba          terminar con sus protagonistas tras las rejas.
No está de más recordar e insistir          en que, si se          desea identificar a los máximos responsables, pertinente sería          conformar ya la          Comisión de revisión y esclarecimiento de la historia del          conflicto interno          colombiano, que comience a analizar circunstancias de la guerra          como las que          hoy rodean el caso, entre otros, del señor general, Freddy          Padilla de León,          publicado recientemente en un dossier del Centro Europeo para la          Constitución y          los Derechos Humanos, (ECCHR). Como se podrá notar, este asunto          de los máximos          responsables resulta más complejo de lo que se piensa, no es un          asunto          meramente punitivo, o que deba ser tratado inmiscuyendo          jurisdicciones foráneas          que no saben suficientemente de nuestra realidad. Para el logro          de la paz debe          prevalecer la soberanía jurídica.
Así se debe construir la paz que          requerimos, y en          tal sentido, además de poner fin al militarismo, al guerrerismo          que nos          desangra, es cierto que, como dice el Fiscal,  “la solución está          en que          sigamos involucrando a la población civil y al pueblo colombiano          en el proceso          de paz”. En conclusión, debe convocarse al poder creador, al          constituyente          primario, para que delibere y defina sobre su destino.
DELEGACIÓN DE PAZ DE            LAS FARC-EP

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