EL ESPECTADOR - 8 Jun 2
VERDE SIN AMARILLO ES AZUL
Por Daniel García-Peña
Las olas, por naturaleza, suben y luego bajan. Pero confieso que, después del impresionante y vertiginoso ascenso del tsunami verde, nunca pensé que su caída sería tan súbita y calamitosa. El fallido intento de acuerdo con el Polo es el último de una serie de tropezones que han motivado y precipitado el descenso.
La misma noche de la primera vuelta, en medio de los aeróbicos y cánticos, Antanas Mockus afirmó: “Creo en un acercamiento público y transparente entre los partidos, no en los acuerdos tradicionales entre ellos. Aquí no hay nada para repartir, sólo principios e ideales para compartir”.
Mientras los demás partidos lo ignoraron y se fueron trasteando para la campaña de Santos, el Polo sí lo tomó en serio. Propuso un “diálogo público y transparente” sobre asuntos programáticos, excluyendo de manera explícita las cuotas burocráticas. Tras varias horas de reunión con Gustavo Petro y Clara López —argumento va, argumento viene— el propio Mockus redactó el borrador de acuerdo de cooperación en el cual “el Partido Verde incorpora los cinco puntos programáticos propuestos por el Polo”.
Pero al día siguiente, todo cambió. Los verdes recularon y el acuerdo con el Polo se fue al traste, en la práctica, desautorizando las gestiones realizadas por Mockus. Se impuso la derecha encabezada por Peñalosa, aunque no se sabe si estaba pensando más en su candidatura a la alcaldía de Bogotá o en el Ministerio de Defensa del gobierno de Unidad Nacional de Santos.
Como explicación, los verdes dijeron que no harían acuerdos con partidos, sino con ciudadanos, un galimatías, ya que los partidos son organizaciones de ciudadanos. Al no reconocerlo, no sólo desconocen al Polo, sino también a sí mismos como Partido Verde.
Lástima. Mockus es un símbolo de rectitud y honestidad, virtudes ausentes en la actual clase dirigente. El votante verde es un voto limpio, por la esperanza y en contra de la corrupción y la vieja politiquería.
Sin embargo, lo cierto es que hoy el triunfo de Santos es un hecho irreversible, no por haber realizado una campaña extraordinaria ni por ninguna gran estrategia de J. J., sino por las repetidas metidas de pata del autodenominado “jefe del departamento de autogoles”.
Por tanto, ya no está en juego quién gobernará los próximos cuatro años, sino cómo se configurará la oposición. Y como van las cosas, Santos contará con una mayoría en el congreso aún más grande que la de Uribe.
Si en verdad los verdes estuviesen interesados en ser la alternativa a la ilegalidad y criminalidad que caracterizan al proyecto uribista, enarbolado por Santos, lo lógico hubiera sido llegar a un acuerdo con el Polo, y no irse a visitar a Uribe para prometerle cuidar sus huevitos de oro.
Al optar por renunciar a la agenda de transformación social y quedarse sólo con la bandera de la legalidad, los verdes parecen aspirar más bien a arrebatarle al Partido Conservador el ser los adalides de la moralidad y el orden. Sin amarillo, el verde se vuelve azul.
Por mi parte, el domingo 20 de junio, me vestiré de verde y amarillo, no por razones electorales, sino para hacerle barra al Brasil contra Costa de Marfil.
Comentarios