CONTORNOS DE UNA DISCUSIÓN
La construcción de acuerdos sobre el          cuarto punto          de la Agenda, tercero en la discusión, demanda esfuerzos por          superar          caracterizaciones simplistas del problema, que pretendan           reducirlo a un          asunto de campesinos productores de “cultivos ilícitos” frente a          los cuales          debe imponerse la política criminal del Estado. Con miras a          ello, la delegación          de las FARC-EP propone algunos contornos necesarios para una          discusión que vaya          a la raíz del problema y contribuya de esa manera a la          formulación de          propuestas comprensivas y ajustadas a la realidad de la          problemática social que          hay en la tras escena, en la búsqueda de un necesario acuerdo          político en esta          materia.
1.- El          problema de las llamadas drogas ilícitas debe abordarse como          algo consustancial          al modo de producción capitalista y, en especial, a sus formas          criminales. Se          trata de un negocio corporativo transnacional, cuya mayor          expansión se origina          en las demandas crecientes por nuevas fuentes de acumulación y          rentabilidad, en          el contexto de la crisis capitalista mundial de 1974-1975. El          negocio cubre          todas las fases del proceso de producción (producción,          circulación,          distribución y consumo); se encuentra estimulado por un          creciente consumo          proveniente de los países del capitalismo central, en especial,          de Estados          Unidos y Europa, y sobre todo por su carácter ilegal, el cual le          confiere          altísimas tasas de rentabilidad; se sustenta en una división          internacional          capitalista del trabajo, en la que los eslabones más fuertes y          de mayores          dividendos se encuentran en el lavado de dinero, sea a través de          “alianzas          estratégicas” con empresas capitalistas legales productivas y de          prestación de          servicios o de su incorporación en los circuitos financieros.          Las políticas          neoliberales se han convertido en un importante estímulo al          negocio          transnacional al haber reducido de manera significativa e          incluso eliminado los          controles estatales a los flujos de capital. En atención a lo          anterior, el          narcotráfico debe considerarse esencialmente como una empresa          capitalista          transnacional de carácter criminal.
2.- La          llamada guerra contra las drogas es en lo fundamental el          producto de un diseño          geopolítico imperialista, que adquiere mayor sentido y contenido          luego del          derrumbe del “socialismo realmente existente” en la Unión          Soviética y Europa          Oriental. Como lo demuestran múltiples documentos de          inteligencia          estadounidense, tras la desaparición del “enemigo comunista” se          hizo necesaria          la invención de un nuevo enemigo que justificara la persistencia          de los          elevados gastos en seguridad y defensa, y posibilitara nuevas          formas de la          injerencia y la intervención militar, así como de la dominación          y control          social. La invención del nuevo enemigo se acompañó en nuestro          país de          operaciones ideológicas de producción lingüística dirigidas          contra la guerrilla          revolucionaria,  orquestadas por los grandes conglomerados de          las          comunicaciones: Primero se habló de narco-guerrilla, y luego          -cuando se instaló          el discurso terrorista- apareció el término de narcoterrorismo.           La          “guerra contra las drogas" no ha combatido los componentes más          lucrativos          del negocio, sino que se ha erigido contra los más débiles.
En el caso de la cocaína, se ha          encauzado contra          los cultivadores de la hoja de coca, los procesadores primarios          de la pasta de          coca, y los consumidores de cocaína, al tiempo que sus          principales          beneficiarios -grandes narcotraficantes, altos funcionarios del          Estado,          incluidas sus fuerzas militares y de policía, empresarios          capitalistas y          banqueros transnacionales- amasan gigantescas fortunas que son          reinvertidas en          el proceso de acumulación o destinadas al consumo extravagante.
3.- Como          lo demuestran numerosas investigaciones científicas, dentro de          las que se          destacan los trabajos del profesor Andrew Weil de la Universidad          de Arizona,          que reafirman y amplían los conocimientos ancestrales de          nuestras comunidades          originarias, la coca no es la mata que mata. Por el contrario,          la hoja fresca o          seca alimenta como verdura, harina, infusión o mascándola; sirve          como medicina          para la diabetes, la obesidad, la gingivitis, inhibe células          cancerígenas,          atenúa la hipertensión; y se considera como fertilizante          natural. Los cultivos          de coca no son más que otra de las modalidades de la producción          agrícola, con          raíces ancestrales y culturales indiscutibles. Lo que los ha          hecho ilícitos son          los usos capitalistas que los terminaron convirtiendo, en la          mayoría de los          casos, en componentes esenciales de un proceso capitalista de          producción de          altísima rentabilidad: el de cocaína. En efecto, de la hoja de          coca, luego de          un procesamiento primario, resulta la pasta de coca; ésta,          sometida a          tratamientos químicos, arroja la cocaína, producto de alta          demanda en los          mercados internacionales.
4.- Sectores          del campesinado colombiano y de algunas comunidades indígenas          fueron empujados          por la dinámica de la acumulación capitalista al cultivo de la          hoja de coca. La          imposibilidad de acceder a la tierra por la alta concentración          de la propiedad          latifundista y por el ejercicio secular de la violencia contra          el campo, además          de ser una de las causas del surgimiento de las guerrillas          revolucionarias,          propició procesos de colonización a lo largo y ancho del          territorio nacional.          Decenas de miles de familias de labriegos desposeídos,          expropiados y          desplazados fueron obligados a ocupar tierras inhóspitas y a          adecuarlas para          producir el sustento diario, en condiciones no sólo de total          abandono estatal,          sino sometidos incluso a su continua persecución. Las tierras          fértiles fueron          reservadas para la agricultura capitalista de plantación o para          la ganadería extensiva          del latifundio improductivo. La producción campesina emergida de          los procesos          de colonización, aunque logró garantizar la subsistencia, lo          hizo en          condiciones de precariedad, pobreza y miseria. Cuando se tuvo la          capacidad de          producir excedente, éste no pudo ser realizado en el mercado por          las          inexistentes condiciones de comercialización, incluida la falta          de vías y de          medios de transporte. En ese contexto, frente al creciente          consumo de cocaína          en Estados Unidos y Europa y el consecuente mayor estímulo a la          producción de          esa droga, la demanda por hoja de coca se incrementó igualmente          de manera          significativa. Entre tanto, la “guerra contra las drogas” en          Bolivia y Perú,          había generado a lo largo de la década de 1980, un          desplazamiento de los          cultivos hacia el territorio colombiano. Los campesinos          encontrarían en la hoja          de coca un cultivo alternativo que, además de no perecedero,          gracias a un          tratamiento básico, les brindaría la posibilidad de mejorar          relativamente sus          precarias condiciones de vida y de ingreso.
5.- En          muchos de los territorios campesinos en los que se han          desarrollado los          cultivos de hoja de coca, ha habido una presencia histórica de          la guerrilla. En          ellos avanzamos hacia la construcción de un nuevo poder y          sentamos las bases de          un Estado guerrillero en formación, en medio de la más intensa          confrontación          con las fuerzas militares del Estado. Nuestro Comandante          Timoleón Jiménez ha          dicho con razón que “no teníamos ni el derecho ni la vocación de          volvernos          contra la población con miras a prohibirle la única alternativa          de que se          derivaba su pírrica subsistencia”. Nos vimos obligados a          establecer un régimen          de tributación y de regulación a las transacciones realizadas          por los          campesinos, siempre pensando en sus derechos, protegiéndolos          frente a abusos de          intermediarios y narcotraficantes, sin desatender nuestro          propósito político          mayor: La toma del poder y la construcción de la Nueva Colombia.
6.- Las          clases dominantes y sus gobiernos de las últimas décadas, en          lugar de enfrentar          las causas estructurales que dieron origen a los cultivos          campesinos de hoja de          coca usados con fines ilícitos, esto es, de poner en marcha la          realización de          una reforma agraria integral, se allanaron por completo a la          estrategia          imperialista estadounidense de la “guerra contra las drogas”. Al          tiempo que          sectores de ellas se lucraban con sus altísimos rendimientos          económicos,          encontraron en esa guerra nuevos argumentos para dar continuidad          a la          estrategia contrainsurgente iniciada desde la heroica          resistencia de Marquetalia,          promovieron alianzas con el narcotráfico, contribuyeron directa          e          indirectamente a la creación de estructuras mafiosas,          desarrollaron nuevas          formas del terrorismo de Estado al participar activamente en la          conformación de          organizaciones narco-paramilitares, y  activaron toda una          maquinaria de          destrucción, persecución, estigmatización y criminalización          contra el          campesinado, así como de depredación socioambiental a través de          fumigaciones          aéreas indiscriminadas con glifosato, que han producido daños de          difícil -pero          necesaria reparación- sobre la vida humana, vegetal y animal.          Todo ello, con el          continuo apoyo y financiación del gobierno de los Estados          Unidos. Expresión de          ello ha sido el fracasado Plan Colombia con todos sus          relanzamientos y nuevas          denominaciones.
7.- Es          indiscutible que se está frente a un incremento del consumo de          drogas          sico-activas a nivel mundial y de manera especial en los países          del capitalismo          central. Son múltiples las causas que lo explican; pero en lo          esencial, más          allá de situaciones particulares, éstas se encuentran en la          naturaleza misma de          la sociedad capitalista que no ofrece una perspectiva humana y          humanista frente          a la vida y el trabajo, especialmente para las nuevas          generaciones. Las          rentabilidades espectaculares que produce el consumo han          desatado múltiples          fuerzas para estimularlo y ampliarlo a través de los más          variados mecanismos,          constituyendo organizaciones empresariales criminales orientadas          a ese          propósito. El prohibicionismo es una fiel representación de la          doble moral          promovida por la formación capitalista. Al tiempo que se          estimula el consumo          por los rendimientos que éste produce, se persigue, estigmatiza          y criminaliza a          los consumidores, convirtiéndolos en foco de las políticas de          “seguridad          ciudadana”; en sentido estricto, en objetos de políticas de          dominación y          control social. En lugar de tratos en términos de salud pública,          la “guerra          contra las drogas” resulta útil en este aspecto para promover el          proceso de          militarización de la vida social.
8.- Tras          décadas de “guerra contra las drogas”, sus beneficiarios saltan          a la vista y no          han sido precisamente los campesinos, ni los consumidores, ni          las guerrillas          revolucionarias. La presencia e intervención militar          estadounidense se han          intensificado hasta poner a disposición gran parte del          territorio nacional al          servicio de sus intereses geopolíticos; la desocupación forzada          de territorios          ha generado desplazamientos internos y producido alistamientos          para la          explotación de la riqueza natural minero-energética por parte de          empresas          transnacionales, el desarrollo de megaproyectos          infraestructurales y la          promoción de cultivos de larga duración para la producción de          agrocombustibles;          el negocio financiero se ha visto incentivado por la          incorporación de los          capitales ilícitos en sus circuitos. La vinculación obligada de          sectores del          campesinado en la empresa capitalista transnacional de las          drogas ilícitas no          ha sido para su provecho. De ahí el interés por desarticularse          de ella, como se          ha visto a lo largo de la historia reciente en recurrentes          movilizaciones          campesinas en las que se ha demandado la atención estatal frente          a este          problema social y se han formulado numerosas propuestas para un          tratamiento          alternativo. 
9.- De          nuestra parte, desde la Octava Conferencia Nacional realizada en          1993, hemos          insistido en que este problema, de naturaleza social, no puede          ser resuelto por          la vía militar. Esta posición la reafirmamos en los diálogos de          San Vicente del          Caguán, en los que nuestro Comandante Manuel Marulanda Vélez          presentó los          fundamentos de una propuesta de desarrollo alternativo, que          continúa vigente en          aspectos esenciales y sirve de referente para ser complementado          y rediseñado en          La Mesa de conversaciones. La inclusión de este tema en la          Agenda pactada por          la partes es un reconocimiento del fracaso de la política          antidrogas y de la          necesidad de encontrar, también en este campo, una salida que          contribuya a          poner fin a la profunda injusticia a la que han sido sometidas          las comunidades          campesinas. Las propuestas que presentaremos recogen no sólo las          aspiraciones          inmediatas del campesinado en esta materia, sino aquellas con          las que nos hemos          comprometido a lo largo de nuestra lucha. También expresan          nuestra preocupación          por considerar el consumo de drogas sicoactivas desde la          perspectiva de la          salud pública. Aspiramos a un país sin coca, a la que se le den          usos ilícitos;          aspiramos a un país con coca para usos alimenticios, medicinales          e          industriales, y de reconocimiento pleno y respeto a los usos          culturales que nos          enseñan nuestras comunidades indígenas ancestrales. Deseamos un          país sin          cocaína, aunque somos conscientes que ello depende más bien de          regulaciones y          definiciones de alcance global por parte de todos los Estados          que de manera          directa o indirecta se encuentran involucrados en la          organización de esta          empresa capitalista transnacional de carácter criminal. Dado el          reconocimiento          en múltiples sectores de la opinión pública mundial, del fracaso          de la “guerra          contra las drogas” y de las políticas prohibicionistas, en la          actualidad existen          condiciones para abordajes de la solución al problema de las          drogas ilícitas          más ceñidos a la realidad, incluidos los enfoques de salud          pública y las          políticas contra el lavado de dinero.

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