> Mercosur, Unasur y la indecisión del Brasil
>
> Atilio Boron
>
> ALAI AMLATINA, 11/07/2013.- Las últimas semanas fueron pródigas en
> acontecimientos reveladores de los alcances de la contraofensiva
> desplegada por Washington a los efectos de dinamitar los diversos
> procesos integracionistas en marcha en Latinoamérica. Hoy por hoy el
> Mercosur y la Unasur son los blancos más obvios, pero la CELAC está
> también en la mira y en cuanto demuestre una mayor gravitación en los
> asuntos del hemisferio será también ella objeto de los más encarnizados
> ataques. Una de las armas más recientemente pergeñadas por la Casa
> Blanca ha sido la Alianza del Pacífico, engendro típico de la
> superpotencia para movilizar a sus peones al sur del Río Bravo y
> utilizarlos como eficaces "caballos de Troya" para cumplir con los
> designios del imperio. Otra alianza, la "mal nacida" según el insigne
> historiador y periodista argentino Gregorio Selser, la inventó a
> comienzos de los sesentas del siglo pasado John F. Kennedy para destruir
> a la Revolución Cubana. Aquella, la Alianza para el Progreso, que en su
> momento dio pábulo a algunos pesimistas pronósticos entre las fuerzas
> anti-imperialistas, fracasó estrepitosamente. La actual no parece
> destinada a correr mejor suerte. Pero derrotarla exigirá, al igual que
> ocurriera con su predecesora, de toda la firmeza e inteligencia de los
> movimientos sociales, las fuerzas políticas y los gobiernos opuestos –en
> diversos grados, como es evidente al observar el panorama regional- al
> imperialismo. Flaquezas y debilidades políticas y organizativas unidas a
> la credulidad ante las promesas de la Casa Blanca, o las absurdas
> ilusiones provocadas por los cantos de sirena de Washington, señalarían
> el camino de una fenomenal derrota para los pueblos de Nuestra América.
>
> En este sentido resulta más que preocupante la crónica indecisión de
> Brasilia en relación al papel que debe jugar en los proyectos
> integracionistas en curso en Nuestra América. Y esto por una razón bien
> fácil de comprender. Henry Kissinger, que a su condición de connotado
> criminal de guerra une la de ser un fino analista de la escena
> internacional, lo puso de manifiesto cuando, satisfecho con el
> realineamiento de la dictadura militar brasileña luego del derrocamiento
> de Joao Goulart, acuñó una frase que hizo historia. Sentenció que "hacia
> donde se incline Brasil se inclinará América Latina". Esto ya no es tan
> cierto hoy, porque la marejada bolivariana ha cambiado el mapa
> sociopolítico regional para bien, pero aun así la gravitación de Brasil
> en el plano hemisférico sigue siendo muy importante. Si su gobierno
> impulsara con resolución los diversos procesos integracionistas
> (Mercosur, Unasur, CELAC) otra sería su historia. Pero Washington ha
> venido trabajando desde hace tiempo sobre la dirigencia política,
> diplomática y militar del Brasil para que modere su intervención en esos
> procesos, y se ha anotado algunos éxitos considerables. Por ejemplo,
> explotando la ingenua credulidad de Itamaraty cuando desde Estados
> Unidos se les dice que va a garantizar para Brasil un asiento permanente
> en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras la India y
> Pakistán, (dos potencias atómicas) o Indonesia (la mayor nación
> musulmana del mundo) y Egipto, Nigeria (el país más poblado de África) y
> Japón y Alemania, sin ir más lejos, tendrían que conformarse con
> mantener su status actual de transitorios miembros de ese organismo.
> Pero otra hipótesis dice que tal vez no se trate sólo de ingenuidad,
> porque la opción de asociarse íntimamente a Washington seduce a muchos
> en Brasilia. Prueba de ello es que pocos días después de asumir su
> cargo, el actual canciller de Dilma Rousseff, Antonio Patriota, otorgó
> un extenso reportaje a Paulo Cesar Pereira, de la revista Veja. La
> primera pregunta que le formulara el periodista fue la siguiente: "En
> todos sus años como diplomático profesional, ¿qué imagen se formó de
> Estados Unidos?" La respuesta fue asombrosa, sobre todo por provenir de
> un hombre que se supone debe defender el interés nacional brasileño y, a
> través de las instituciones como el Mercosur, la Unasur y la CELAC,
> participar activamente en promover la autodeterminación de los países de
> los países del área: "Es difícil hablar de manera objetiva porque tengo
> una involucración emocional (¡sic!) con los Estados Unidos a través de
> mi familia, de mi mujer y de su familia. Existen aspectos de la sociedad
> americana que admiro mucho."(1)
>
> Lo razonable hubiera sido que se le pidiera de inmediato la renuncia por
> "incompatibilidad emocional" para el ejercicio de su cargo, para decirlo
> con delicadeza, cosa que no ocurrió. ¿Por qué? Porque es obvio que
> coexisten en el gobierno brasileño dos tendencias: una, moderadamente
> latinoamericanista, que prosperó como nunca antes bajo el gobierno de
> Lula; y otra que cree que el esplendor futuro del Brasil pasa por una
> íntima asociación con Estados Unidos y, en parte, con Europa, y que
> recomienda olvidarse de sus revoltosos vecinos. Esta corriente todavía
> no llega a ser hegemónica al interior del Palacio del Planalto pero sin
> duda que hoy día encuentra oídos mucho más receptivos que antes.
>
> Este cambio en la relación de fuerzas entre ambas tendencias salió a luz
> en numerosas ocasiones en los últimos días. Pese a ser uno de los países
> espiados por Estados Unidos, y a que Brasilia dijera que el hecho era
> "extremadamente grave" tras cartón se hizo público que no se le
> asignaría asilo político a Edward Snowden, quien denunció la gravísima
> ofensa inferida al gigante sudamericano. Otro: la muy lenta reacción de
> la presidenta brasileña ante el secuestro del que fuera víctima Evo
> Morales la semana pasada: si los presidentes de Cuba, Ecuador, Venezuela
> y Argentina (amén del Secretario General de la Unasur, Alí Rodríguez) se
> tardaron apenas unos pocos minutos luego de conocida la noticia para
> expresar su repudio a lo ocurrido y su solidaridad con el presidente
> boliviano, Rousseff necesitó casi quince horas para hacerlo. Después,
> inclusive, de las duras declaraciones del mismísimo Secretario General
> de la OEA, cuya condena se conoció casi en coincidencia con la de los
> primeros. Conflictos y tironeos al interior del gobierno que aduciendo
> un inverosímil pretexto (las masivas protestas populares de los días
> anteriores, ya por entonces apagadas) impidieron que la mandataria
> brasileña no asistiera al encuentro de presidentes que tuvo lugar en
> Cochabamba, una ciudad localizada a escasas dos horas y media de vuelo
> desde Brasilia, debilitando el impacto global de esa reunión y, en el
> plano objetivo, coordinándose con la estrategia de los gobiernos de la
> Alianza del Pacífico que, como lo sugiriera el presidente Rafael Correa,
> bloquearon lo que debió haber sido una cumbre extraordinaria de
> presidentes de la Unasur.
>
> Para una América Latina emancipada de los grilletes neocoloniales es
> decisivo contar con Brasil. Pero ello no será posible sino a cuentagotas
> mientras no se resuelva a favor de América Latina el conflicto entre
> aquellos dos proyectos en pugna. Esto no sólo convierte a Brasil en un
> actor vacilante en iniciativas como el Mercosur o la Unasur, lo que
> incide negativamente sobre su gravitación internacional, sino que lo
> conduce a una peligrosa parálisis en cruciales cuestiones de orden
> doméstico. Por ejemplo, a no poder resolver desde el 2009 dónde adquirir
> los 36 aviones caza que necesita para controlar su inmenso territorio, y
> muy especialmente la gran cuenca amazónica y sub-amazónica, a pesar del
> riesgo que implica dilatar la adquisición de las aeronaves aptas para
> tan delicada tarea. Una parte del alto mando y la burocracia política y
> diplomática se inclina por un re-equipamiento con aviones
> estadounidenses, mientras que otra propone adquirirlos en Suecia,
> Francia o Rusia. Ni siquiera Lula pudo zanjar la discusión. Esta absurda
> parálisis se destrabaría fácilmente si los involucrados en la toma de
> decisión se formularan una simple pregunta: ¿cuántas bases militares
> tienen en la región cada uno de los países que nos ofertan sus aviones
> para vigilar nuestro territorio? Si lo hicieran, la respuesta sería la
> siguiente: Rusia y Suecia no tienen ni una; Francia tiene una base
> aeroespacial en la Guayana francesa, administrada conjuntamente con la
> OTAN y con presencia de personal militar estadounidense; y Estados
> Unidos tiene, en cambio, 76 bases militares en la región, un puñado de
> ellas alquiladas a -o co-administradas con- terceros países como el
> Reino Unido, Francia y Holanda. Algún burócrata de Itamaraty o algún
> militar brasileño entrenado en West Point podría aducir que esas se
> encuentran en países lejanos, que están en el Caribe y que tienen como
> misión vigilar a la Venezuela bolivariana. Pero se equivocan: la dura
> realidad es que mientras ésta es acechada por 13 bases militares
> norteamericanas instaladas en sus países limítrofes, Brasil se encuentra
> literalmente rodeado por 23, que se convierten en 25 si sumamos las dos
> bases británicas de ultramar con que cuenta Estados Unidos –vía la OTAN-
> en el Atlántico ecuatorial y meridional, en las Islas Ascensión y
> Malvinas respectivamente. De pura casualidad los grandes yacimientos
> submarinos de petróleo de Brasil en encuentran aproximadamente a mitad
> de camino entre ambas instalaciones militares.(2)
>
> Ante esta inapelable evidencia, ¿cómo es posible que aún se esté dudando
> a quién no comprarle los aviones que el Brasil necesita? La única
> hipótesis realista de conflicto que tiene ese país (y toda América
> Latina, digámoslo de paso) es con Estados Unidos. En esta parte del
> mundo hay algunos que pronostican que el enfrentamiento será con China,
> ávida por acceder a los inmensos recursos naturales de la región. Pero
> mientras China invade la región con un sinnúmero de supermercados,
> Washington lo hace con toda la fuerza de su fenomenal músculo militar,
> pero rodeando principalmente a Brasil. Y, por si hiciera falta George W.
> Bush reactivó también la Cuarta Flota (¡en otra de esas grandes
> "casualidades" de la historia!) justo pocas semanas después que el
> presidente Lula anunciara el descubrimiento del gran yacimiento de
> petróleo en el litoral paulista. Pese a ello persiste la lamentable
> indefinición de Brasilia. ¿O es que ignoran sus dirigentes las
> enseñanzas de la historia? ¿No sabían que John Quincy Adams, el sexto
> presidente del país del Norte, dijo que "Estados Unidos no tiene
> amistades permanentes, sino intereses permanentes"? ¿Desconocen los
> funcionarios a cargo de estos temas que ni bien el presidente Hugo
> Chávez comenzó a tener sus primeros diferendos con Washington, la Casa
> Blanca dispuso el embargo a todo envío de partes, repuestos y renovados
> sistemas de aeronavegación y combate para la flota de los F-16 que tenía
> Venezuela, misma que por eso mismo quedó inutilizada y tuvo que ser
> reemplazada? No hace falta demasiada inteligencia para imaginar lo que
> podría ocurrir en el para nada improbable caso de que se produjera un
> serio diferendo entre Brasil y Estados Unidos por la disputa del acceso
> a, por ejemplo, algunos minerales estratégicos que se encuentran en la
> Amazonía; o al petróleo del "pre-sal"; o, el escenario del "caso peor",
> si Brasilia decidiera no acompañar a Washington en una aventura militar
> encaminada a producir un "cambio de régimen" en algún país de América
> Latina y el Caribe, replicando el modelo utilizado en Libia o el que se
> está empleando a sangre y fuego en Siria. En ese caso, la represalia que
> merecería el "aliado desleal", en ese hipotético caso el Brasil, que
> renuncia a cumplir con sus compromisos sería la misma que se le aplicara
> a Chávez, y Brasil quedaría indefenso. Ojalá que estas duras realidades
> pudieran comenzar a discutirse públicamente y que esa gran nación
> sudamericana pueda comenzar a discernir con claridad donde están sus
> amigos y quiénes son sus enemigos, por más que hoy se disfracen con una
> piel de oveja. Esto podría poner término a sus crónicas vacilaciones.
> Ojalá que la reunión de hoy del Mercosur en Montevideo y la próxima de
> la Unasur puedan convertirse en las ocasiones propicias para esta
> reorientación de la política exterior del Brasil.
>
> - Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a
> Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio
> Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter:
> http://twitter.com/atilioboron
> Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002
>
> (Una versión reducida de esta nota se publica en Página/12 de Buenos Aires)
>
> Notas:
> (1) Ver la entrevista completa en
> http://www.politicaexterna.com/17260/entrevista-de-antonio-patriota-para-a-veja#ixzz2YlP9rhdn
>
> (2) Sobre este tema ver el imprescindible estudio de TelmaLuzzani,
> "Territorios Vigilados. Como opera la red de bases militares
> norteamericanas en Sudamérica" (Buenos Aires: Debate, 2012). El tema
> también se examina en nuestro "América Latina en la Geopolítica del
> Imperialismo" (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012)
>
>
> URL de este artículo: http://www.alainet.org/active/65599
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> Atilio Boron
>
> ALAI AMLATINA, 11/07/2013.- Las últimas semanas fueron pródigas en
> acontecimientos reveladores de los alcances de la contraofensiva
> desplegada por Washington a los efectos de dinamitar los diversos
> procesos integracionistas en marcha en Latinoamérica. Hoy por hoy el
> Mercosur y la Unasur son los blancos más obvios, pero la CELAC está
> también en la mira y en cuanto demuestre una mayor gravitación en los
> asuntos del hemisferio será también ella objeto de los más encarnizados
> ataques. Una de las armas más recientemente pergeñadas por la Casa
> Blanca ha sido la Alianza del Pacífico, engendro típico de la
> superpotencia para movilizar a sus peones al sur del Río Bravo y
> utilizarlos como eficaces "caballos de Troya" para cumplir con los
> designios del imperio. Otra alianza, la "mal nacida" según el insigne
> historiador y periodista argentino Gregorio Selser, la inventó a
> comienzos de los sesentas del siglo pasado John F. Kennedy para destruir
> a la Revolución Cubana. Aquella, la Alianza para el Progreso, que en su
> momento dio pábulo a algunos pesimistas pronósticos entre las fuerzas
> anti-imperialistas, fracasó estrepitosamente. La actual no parece
> destinada a correr mejor suerte. Pero derrotarla exigirá, al igual que
> ocurriera con su predecesora, de toda la firmeza e inteligencia de los
> movimientos sociales, las fuerzas políticas y los gobiernos opuestos –en
> diversos grados, como es evidente al observar el panorama regional- al
> imperialismo. Flaquezas y debilidades políticas y organizativas unidas a
> la credulidad ante las promesas de la Casa Blanca, o las absurdas
> ilusiones provocadas por los cantos de sirena de Washington, señalarían
> el camino de una fenomenal derrota para los pueblos de Nuestra América.
>
> En este sentido resulta más que preocupante la crónica indecisión de
> Brasilia en relación al papel que debe jugar en los proyectos
> integracionistas en curso en Nuestra América. Y esto por una razón bien
> fácil de comprender. Henry Kissinger, que a su condición de connotado
> criminal de guerra une la de ser un fino analista de la escena
> internacional, lo puso de manifiesto cuando, satisfecho con el
> realineamiento de la dictadura militar brasileña luego del derrocamiento
> de Joao Goulart, acuñó una frase que hizo historia. Sentenció que "hacia
> donde se incline Brasil se inclinará América Latina". Esto ya no es tan
> cierto hoy, porque la marejada bolivariana ha cambiado el mapa
> sociopolítico regional para bien, pero aun así la gravitación de Brasil
> en el plano hemisférico sigue siendo muy importante. Si su gobierno
> impulsara con resolución los diversos procesos integracionistas
> (Mercosur, Unasur, CELAC) otra sería su historia. Pero Washington ha
> venido trabajando desde hace tiempo sobre la dirigencia política,
> diplomática y militar del Brasil para que modere su intervención en esos
> procesos, y se ha anotado algunos éxitos considerables. Por ejemplo,
> explotando la ingenua credulidad de Itamaraty cuando desde Estados
> Unidos se les dice que va a garantizar para Brasil un asiento permanente
> en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras la India y
> Pakistán, (dos potencias atómicas) o Indonesia (la mayor nación
> musulmana del mundo) y Egipto, Nigeria (el país más poblado de África) y
> Japón y Alemania, sin ir más lejos, tendrían que conformarse con
> mantener su status actual de transitorios miembros de ese organismo.
> Pero otra hipótesis dice que tal vez no se trate sólo de ingenuidad,
> porque la opción de asociarse íntimamente a Washington seduce a muchos
> en Brasilia. Prueba de ello es que pocos días después de asumir su
> cargo, el actual canciller de Dilma Rousseff, Antonio Patriota, otorgó
> un extenso reportaje a Paulo Cesar Pereira, de la revista Veja. La
> primera pregunta que le formulara el periodista fue la siguiente: "En
> todos sus años como diplomático profesional, ¿qué imagen se formó de
> Estados Unidos?" La respuesta fue asombrosa, sobre todo por provenir de
> un hombre que se supone debe defender el interés nacional brasileño y, a
> través de las instituciones como el Mercosur, la Unasur y la CELAC,
> participar activamente en promover la autodeterminación de los países de
> los países del área: "Es difícil hablar de manera objetiva porque tengo
> una involucración emocional (¡sic!) con los Estados Unidos a través de
> mi familia, de mi mujer y de su familia. Existen aspectos de la sociedad
> americana que admiro mucho."(1)
>
> Lo razonable hubiera sido que se le pidiera de inmediato la renuncia por
> "incompatibilidad emocional" para el ejercicio de su cargo, para decirlo
> con delicadeza, cosa que no ocurrió. ¿Por qué? Porque es obvio que
> coexisten en el gobierno brasileño dos tendencias: una, moderadamente
> latinoamericanista, que prosperó como nunca antes bajo el gobierno de
> Lula; y otra que cree que el esplendor futuro del Brasil pasa por una
> íntima asociación con Estados Unidos y, en parte, con Europa, y que
> recomienda olvidarse de sus revoltosos vecinos. Esta corriente todavía
> no llega a ser hegemónica al interior del Palacio del Planalto pero sin
> duda que hoy día encuentra oídos mucho más receptivos que antes.
>
> Este cambio en la relación de fuerzas entre ambas tendencias salió a luz
> en numerosas ocasiones en los últimos días. Pese a ser uno de los países
> espiados por Estados Unidos, y a que Brasilia dijera que el hecho era
> "extremadamente grave" tras cartón se hizo público que no se le
> asignaría asilo político a Edward Snowden, quien denunció la gravísima
> ofensa inferida al gigante sudamericano. Otro: la muy lenta reacción de
> la presidenta brasileña ante el secuestro del que fuera víctima Evo
> Morales la semana pasada: si los presidentes de Cuba, Ecuador, Venezuela
> y Argentina (amén del Secretario General de la Unasur, Alí Rodríguez) se
> tardaron apenas unos pocos minutos luego de conocida la noticia para
> expresar su repudio a lo ocurrido y su solidaridad con el presidente
> boliviano, Rousseff necesitó casi quince horas para hacerlo. Después,
> inclusive, de las duras declaraciones del mismísimo Secretario General
> de la OEA, cuya condena se conoció casi en coincidencia con la de los
> primeros. Conflictos y tironeos al interior del gobierno que aduciendo
> un inverosímil pretexto (las masivas protestas populares de los días
> anteriores, ya por entonces apagadas) impidieron que la mandataria
> brasileña no asistiera al encuentro de presidentes que tuvo lugar en
> Cochabamba, una ciudad localizada a escasas dos horas y media de vuelo
> desde Brasilia, debilitando el impacto global de esa reunión y, en el
> plano objetivo, coordinándose con la estrategia de los gobiernos de la
> Alianza del Pacífico que, como lo sugiriera el presidente Rafael Correa,
> bloquearon lo que debió haber sido una cumbre extraordinaria de
> presidentes de la Unasur.
>
> Para una América Latina emancipada de los grilletes neocoloniales es
> decisivo contar con Brasil. Pero ello no será posible sino a cuentagotas
> mientras no se resuelva a favor de América Latina el conflicto entre
> aquellos dos proyectos en pugna. Esto no sólo convierte a Brasil en un
> actor vacilante en iniciativas como el Mercosur o la Unasur, lo que
> incide negativamente sobre su gravitación internacional, sino que lo
> conduce a una peligrosa parálisis en cruciales cuestiones de orden
> doméstico. Por ejemplo, a no poder resolver desde el 2009 dónde adquirir
> los 36 aviones caza que necesita para controlar su inmenso territorio, y
> muy especialmente la gran cuenca amazónica y sub-amazónica, a pesar del
> riesgo que implica dilatar la adquisición de las aeronaves aptas para
> tan delicada tarea. Una parte del alto mando y la burocracia política y
> diplomática se inclina por un re-equipamiento con aviones
> estadounidenses, mientras que otra propone adquirirlos en Suecia,
> Francia o Rusia. Ni siquiera Lula pudo zanjar la discusión. Esta absurda
> parálisis se destrabaría fácilmente si los involucrados en la toma de
> decisión se formularan una simple pregunta: ¿cuántas bases militares
> tienen en la región cada uno de los países que nos ofertan sus aviones
> para vigilar nuestro territorio? Si lo hicieran, la respuesta sería la
> siguiente: Rusia y Suecia no tienen ni una; Francia tiene una base
> aeroespacial en la Guayana francesa, administrada conjuntamente con la
> OTAN y con presencia de personal militar estadounidense; y Estados
> Unidos tiene, en cambio, 76 bases militares en la región, un puñado de
> ellas alquiladas a -o co-administradas con- terceros países como el
> Reino Unido, Francia y Holanda. Algún burócrata de Itamaraty o algún
> militar brasileño entrenado en West Point podría aducir que esas se
> encuentran en países lejanos, que están en el Caribe y que tienen como
> misión vigilar a la Venezuela bolivariana. Pero se equivocan: la dura
> realidad es que mientras ésta es acechada por 13 bases militares
> norteamericanas instaladas en sus países limítrofes, Brasil se encuentra
> literalmente rodeado por 23, que se convierten en 25 si sumamos las dos
> bases británicas de ultramar con que cuenta Estados Unidos –vía la OTAN-
> en el Atlántico ecuatorial y meridional, en las Islas Ascensión y
> Malvinas respectivamente. De pura casualidad los grandes yacimientos
> submarinos de petróleo de Brasil en encuentran aproximadamente a mitad
> de camino entre ambas instalaciones militares.(2)
>
> Ante esta inapelable evidencia, ¿cómo es posible que aún se esté dudando
> a quién no comprarle los aviones que el Brasil necesita? La única
> hipótesis realista de conflicto que tiene ese país (y toda América
> Latina, digámoslo de paso) es con Estados Unidos. En esta parte del
> mundo hay algunos que pronostican que el enfrentamiento será con China,
> ávida por acceder a los inmensos recursos naturales de la región. Pero
> mientras China invade la región con un sinnúmero de supermercados,
> Washington lo hace con toda la fuerza de su fenomenal músculo militar,
> pero rodeando principalmente a Brasil. Y, por si hiciera falta George W.
> Bush reactivó también la Cuarta Flota (¡en otra de esas grandes
> "casualidades" de la historia!) justo pocas semanas después que el
> presidente Lula anunciara el descubrimiento del gran yacimiento de
> petróleo en el litoral paulista. Pese a ello persiste la lamentable
> indefinición de Brasilia. ¿O es que ignoran sus dirigentes las
> enseñanzas de la historia? ¿No sabían que John Quincy Adams, el sexto
> presidente del país del Norte, dijo que "Estados Unidos no tiene
> amistades permanentes, sino intereses permanentes"? ¿Desconocen los
> funcionarios a cargo de estos temas que ni bien el presidente Hugo
> Chávez comenzó a tener sus primeros diferendos con Washington, la Casa
> Blanca dispuso el embargo a todo envío de partes, repuestos y renovados
> sistemas de aeronavegación y combate para la flota de los F-16 que tenía
> Venezuela, misma que por eso mismo quedó inutilizada y tuvo que ser
> reemplazada? No hace falta demasiada inteligencia para imaginar lo que
> podría ocurrir en el para nada improbable caso de que se produjera un
> serio diferendo entre Brasil y Estados Unidos por la disputa del acceso
> a, por ejemplo, algunos minerales estratégicos que se encuentran en la
> Amazonía; o al petróleo del "pre-sal"; o, el escenario del "caso peor",
> si Brasilia decidiera no acompañar a Washington en una aventura militar
> encaminada a producir un "cambio de régimen" en algún país de América
> Latina y el Caribe, replicando el modelo utilizado en Libia o el que se
> está empleando a sangre y fuego en Siria. En ese caso, la represalia que
> merecería el "aliado desleal", en ese hipotético caso el Brasil, que
> renuncia a cumplir con sus compromisos sería la misma que se le aplicara
> a Chávez, y Brasil quedaría indefenso. Ojalá que estas duras realidades
> pudieran comenzar a discutirse públicamente y que esa gran nación
> sudamericana pueda comenzar a discernir con claridad donde están sus
> amigos y quiénes son sus enemigos, por más que hoy se disfracen con una
> piel de oveja. Esto podría poner término a sus crónicas vacilaciones.
> Ojalá que la reunión de hoy del Mercosur en Montevideo y la próxima de
> la Unasur puedan convertirse en las ocasiones propicias para esta
> reorientación de la política exterior del Brasil.
>
> - Dr. Atilio Boron, director del Programa Latinoamericano de Educación a
> Distancia en Ciencias Sociales (PLED), Buenos Aires, Argentina. Premio
> Libertador al Pensamiento Crítico 2013. www.atilioboron.com.ar Twitter:
> http://twitter.com/atilioboron
> Facebook: http://www.facebook.com/profile.php?id=596730002
>
> (Una versión reducida de esta nota se publica en Página/12 de Buenos Aires)
>
> Notas:
> (1) Ver la entrevista completa en
> http://www.politicaexterna.com/17260/entrevista-de-antonio-patriota-para-a-veja#ixzz2YlP9rhdn
>
> (2) Sobre este tema ver el imprescindible estudio de TelmaLuzzani,
> "Territorios Vigilados. Como opera la red de bases militares
> norteamericanas en Sudamérica" (Buenos Aires: Debate, 2012). El tema
> también se examina en nuestro "América Latina en la Geopolítica del
> Imperialismo" (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2012)
>
>
> URL de este artículo: http://www.alainet.org/active/65599
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