Fiesta entre los ricos de verdad
              
    
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Germán R
  
  
Jorge Enrique  Robledo, Bogotá, octubre 12 de 2012
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  Es regresiva la  reforma tributaria presentada por el gobierno de Juan Manuel Santos. Porque, de  un lado, les disminuye en 8.06 billones de pesos los impuestos a las empresas  más poderosas de Colombia y el mundo –cada día el país les pertenece más a los  magnates extranjeros– y del otro y para compensar, les aumenta los tributos al  pueblo raso y a las capas medias. Para colmos, la demagogia oficial tacha de  "ricos", para justificar reducirles los descuentos tributarios y aumentarles  los impuestos, no a las empresas que disfrutan de mayúsculas rebajas  impositivas e incalculables utilidades por sus enormes capitales, sino a quienes  reciben por su trabajo sueldos y honorarios de relativa importancia.
Estas fueron el año  pasado las utilidades en Colombia, y en billones de pesos, de algunos de  aquellos a los que les van a reducir el impuesto de renta del 33 al 25 por  ciento: Comcel: 2.8, Pacific Rubiales: 2.29, Bavaria Sab Miller: 1.55, El  Cerrejón: 2.48, sector financiero –a julio pasado: 20.5. A empresas como estas,  además, les mantendrán los descuentos tributarios que en 2009 hicieron que las  tasas efectivas del impuesto de renta fueran, por ejemplo: minero: 13.0 por  ciento, servicios financieros: 8.3 por ciento, comercio al por mayor: 13.3 por  ciento, otros servicios: 10.9 por ciento (http://bit.ly/OldQJB).
  La reforma tampoco  elimina la deducción de impuestos por inversiones en activos fijos acordada en  contratos de estabilidad jurídica con 65 monopolios antes de 2010, a pesar de  que estos se ganaron una parte considerable del valor total de esta gabela,  calculada en 3.8 billones de pesos anuales. Y mantiene malas decisiones de la  primera reforma tributaria de Santos: continuar el trámite para otorgarles más  contratos de estabilidad a 79 empresas y no tocar las zonas francas  uninominales, donde 53 monopolios pagan solo el 15 por ciento de renta. Entonces,  para el gobierno son repudiables los beneficios tributarios que reciben algunas  personas naturales que viven de su trabajo, y hay que acabarlos o reducirlos al  mínimo para que paguen más impuestos, pero son positivos, y deben mantenerse,  los que favorecen a los capitales mayores. Según el Banco Mundial, en 2010, el  costo fiscal de las 80 rebajas impositivas de las personas jurídicas (empresas)  que existen y se mantendrán fue de 6.08 billones de pesos (http://bit.ly/OXjxil).
Además, el proyecto  amenaza los ingresos del Sena, el Bienestar Familiar y la salud, al sustituir  los gravámenes a la nómina de las empresas –resalto, de los monopolios– por un  impuesto que puede ser menor que los actuales parafiscales. Y tan puede ser  menor, que el artículo 36 del proyecto establece que el gobierno no queda  obligado a cubrir los faltantes que se presenten. También produce fiesta entre  los magnates que reduzca los impuestos sobre ganancias ocasionales del 35 al 10  por ciento –por valorizaciones de tierras o empresas– y que no grave los  grandes movimientos especulativos con acciones.
Para compensar el  festín de unos pocos, en 942 mil millones de pesos aumentará el recaudo por IVA  y por el nuevo impuesto al consumo a la medicina prepagada y los corrientazos,  entre otros. De las cifras anteriores, y de lo que dice el gobierno que costará  reducirles los impuestos a las empresas y que la reforma será neutra, sale que  los ingresos por trabajo pagarán más tributos por aproximadamente siete  billones de pesos (http://bit.ly/W9irAe).
  En la falta de pudor  de la exposición de motivos del proyecto, la rebaja de los impuestos a los  monopolios nacionales y extranjeros apenas ocupa, literalmente, cuatro renglones,  que no dicen ni una palabra sobre los beneficios tributarios de que gozan. Pero  sí tiene más de 50 páginas de retórica populista para justificar el alza de los  impuestos de los demás colombianos, cubriéndose tras la fábula de que así  aumentarán el empleo y la formalidad laboral, la misma falacia de todas las  reformas retardatarias de los últimos 20 años.
Por último, la  reforma confirma que en el impuesto de renta de las personas jurídicas –y peor  ocurre con el de ganancias ocasionales– no habrá la progresividad en las tasas  que sí existe, aunque sin la coherencia debida, sobre los ingresos de las  personas naturales. Y esto es muy regresivo, porque impide aplicarles tasas y  descuentos tributarios diferentes a las empresas, de menores a mayores, según  sean pequeñas, medianas o monopólicas, como debería ser. Con esta astucia, los  auténticos magnates se esconden tras los empresarios no monopolistas para  justificar unas gabelas que, en el caso de ellos, son a todas luces  desproporcionadas e inconvenientes para Colombia.
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       Germán R
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