EL QUIJOTE DE AMÉRICA HISPANA
En esta América Latina macondiana en la que la realidad desborda la imaginación de los cronistas de época, en los albores del republicanismo,en el siglo XVIII, surge cimera la figura del prohombre de la Civilización Social, para darle forma y espíritu a las nuevas Sociedades Americanas.
Simón Rodriguez, filósofo naturista, testigo excepcional y estudioso por más de 20 años de las revoluciones europas y americana, pionero de la revolución social y económica, adalid de la educación popular y estadista; en fin, llamado justamente por ello “el Sócrates de Caracas” por su discípulo y amigo personal de toda la vida, el Libertador Simón Bolívar: mereció desde entonces ocupar siempre un lugar destadado en la historia del devenir de estas antiguas colonias hispanoamericanas libertadas del yugo de las rancias monarquías europeas por los hérores de esas magnas gestas emancipadoras.
Este Simón Rodríguez cosmopolíta excepcional, a quien con justicia debería llamársele “El Quijote de nuestra Gran Patria Bolivariana”, aún por construir, soñó desde la filosofía y de la historia viva en su tiempo “El Sueño Utópico – particular y concreto para las nacientes repúblicas - de las Nuevas Sociedades Latino Americanas.
Pero, más que soñarlo lo dejó diseñado y planteado al detalle en su genial obra de estadista constructor sociedades.
Para lograrlo, él mismo le tomó el pulso por espacio de dos décadas a la cambiante história que a punta de revoluciones “a medias” construían las naciones del Viejo Continente y los Estados Unidos de Norteamérica; como él mismo lo reseña con un agudo sentido crítico de la historia de esas sociedades vetustas sociedades que, por lo tanto, simplemente no debemos imitar.
Simón Rodríguez igual que el Quijote de Cervantes, cuando su fiel escudero, Sancho Panza, y arquetipo del pueblo llano de la España de entonces, fue nombrado alcalde de la Barataria, dejó geniales enseñanzas de trascendental importancia para logar el sumo Bien Común Público para el conjunto de sus conciudadanos en las nacientes repúblicas latinoamericanas.
Es todo esto lo que explica que haya sido totalmente enterrada, por centurias, su memoria y su obra, así como su gesta pedagógica por los representantes del partido colonialista en su gran parte conformado por terratenientes encomenderos y comerciantes - sus enemigos declarados más acérrimos, que sólo pretendían mantener ahora controlado por ellos el viejo orden feudal en estas infortunadas nacientes repúblicas - y, a fé que lo han logrado a sangre y fuego hasta hoy - al cual pertenecían incluso los más allegados del Libertador que a Simón Rodríguez le tenían por loco, como él mismo se queja.
Así que no es para estrañarse que haya sido el mismísimo y muy insigne Mariscal Sucre - tan cercano a Bolívar y a su obra simplemente emancipadora -, quien haya puesto término intempestivamente al revolucionario Proyecto Educativo, introducido unos años antes por Bolívar mediante Decreto Presidencial en nuestra hermana república de Bolívia; aprovechando la mala adminstración que de el mismo hiciera el primer Agente del Gobierno de Bolívar asignado al mismo.
Pero ahora, en Hispanoamérica la ocasión es propicia para las reivindicaciones históricas; y, otros vientos de Cambio profundo soplan en la gran mayoría de nuestras naciones, tanto en el orden social, como en el económico, político y cultural .
Por ello es a penas un reto que no debemos continuar soslayando en detrimento de nuestras sociedades latinoamericanas tanto los verdaderos educadores de nuestros pueblos, como los filósofos e historiadores el de reinvindar no sólo la memoria sino la mayestática obra repúblicana del insigne cosmopolita caraqueño.
Para rescatarlo en toda su verdadera dimensión, en subsiguientes artículos emprenderemos la tarea de analizar su monumental obra de filósofo naturista y de estadista eminente y pedagógo imperdonablemente olvidado.
La vigencia de la magna obra de Simón Rodriguez es tal que, con muy pocas actualizaciones de rigor, nos permite asumir verdaderos retos transformadores con su propia visión de la historia natural y de la filosofía esencialmente neoplatónica, en una época en que aún no se había producido El Capital de Marx y, del mismo insigne autor, tan sólo eran conocidos - y esto muy poco o nada en nuestro medio - 'Los Manuscritos' y sus tesis de Grado en Tréveris.
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