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“La vía pacífica e institucional” y otros temas de debate…
ALGUNAS PARTICULARIDADES DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA EN AMERICA LATINA
Popayán, septiembre 18 de 2009
En
América Latina está en pleno desarrollo una revolución democrática. Las
luchas desarrolladas por los trabajadores y los pueblos contra las
políticas neoliberales han dado frutos. La resistencia popular ha
logrado derrotar políticamente a las oligarquías y al imperio
norteamericano, colocando en los gobiernos de varios países a
representantes de clases subordinadas.
Esas nuevas fuerzas políticas – surgidas sobre la marcha - aprovechan y utilizan la institucionalidad existente para transformar las relaciones de poder e intentan avanzar hacia cambios estructurales.
Dicho
proceso viene abordando dos grandes tareas: construir condiciones
reales para ejercer una verdadera soberanía política (2ª independencia nacional) y democratizar el acceso a la tierra y al capital.
Fuerzas
poderosas como el imperialismo norteamericano, intereses
transnacionales europeos, y las oligarquías regionales, son sus
principales enemigos.
¿Qué particularidades tiene esta revolución?
¿Qué
hace a esta revolución diferente de otras que ya han ocurrido en el
mundo? ¿Qué retos plantean las especifidades de este proceso a los
pueblos y a sus vanguardias políticas?
La
revolución “indo-afro-euro-americana” ha adquirido una forma civilista,
pacífica, vía electoral-institucional. Los sectores populares se
plantean defensores de la paz y de las instituciones democráticas. Son
– paradójicamente - las fuerzas contra-revolucionarias las que
reaccionan en forma violenta, intentando y realizando golpes de Estado
como el que acaban de dar en Honduras con el apoyo de los EE.UU. Violan
y desconocen su “propia legalidad”.
A
pesar de ese ataque violento y de la actual ofensiva imperialista que
utiliza la economía del narcotráfico como herramienta de intervención
territorial (Plan Mérida y Plan Colombia, bases militares y acuerdos con gobiernos de Colombia, México y Perú),
la experiencia exitosa de los pueblos de la región ha reafirmado entre
las fuerzas revolucionarias la necesidad de seguir impulsando esa línea
de acción pacífica y civilista.[1]
La
dinámica del proceso ha impuesto esa “forma de lucha”. No fue
programada por nadie, ni surgió de una teoría. El imperio y las
oligarquías diseñaron formas de “guerra sucia” y aplicaron diversos
métodos contrainsurgentes para convertir las legítimas insurrecciones
armadas en “guerras de desgaste”. Los ejemplos más visibles se han
presentado en El Salvador, Colombia y Perú.[2]
Algunos
revolucionarios avezados y experimentados previeron esa evolución.
Fidel Castro, como siempre, fue uno de los primeros en vislumbrar ese
horizonte, al evaluar las condiciones mundiales después de la caída del
bloque “socialista” que encabezaba la URSS hasta 1989. Eso explica el
por qué – en este momento – la lucha armada no esté a la orden del día.
Ya
antes en el mundo se había intentado esa vía pacífico-electoral. Los
casos de Indonesia (1965) y Chile (1973) son una muestra de ello. Sin
embargo, Sukarno y Allende fueron derrocados por fuerzas reaccionarias
e imperiales, lo cual – en ese momento – reforzó la idea de que la
única forma de acceder al poder por parte de los pueblos era por la vía
insurreccional armada.
Sin
embargo, es importante recordar que todas las revoluciones triunfantes
- hasta ahora -, enfrentaron y derrocaron a gobiernos dictatoriales.
Los regímenes democráticos, así fueran de fachada, habían sido
herramientas exitosas en manos de las oligarquías. En esos regímenes -
aparentemente democráticos -, las insurrecciones armadas y las guerras
de guerrillas fueron neutralizadas o derrotadas.
El
ascenso electoral y sostenimiento pacífico de gobiernos nacionalistas
de América Latina a principios del siglo XXI, es una experiencia
relativamente nueva.
Ello confirma la regla de todas las auténticas revoluciones: No hay fórmulas preconcebidas. Estamos aprendiendo y debemos aprender con mucha rapidez.
Civilista
y pacífica no significa ingenua, ni tampoco “desarmada”, como bien lo
han planteado los presidentes “bolivarianos”. ¡No! Significa que el
pueblo logra copar (rodear, envolver, “controlar”) todas las áreas de
la institucionalidad existente, incluyendo el ejército, creando – en la
medida de lo posible – fuerzas y milicias populares que eviten que
fuerzas reaccionarias al interior de la fuerza pública, puedan
sublevarse contra del proceso democrático.
Acceder
a los “aparatos gubernamentales existentes” no significa que las
revoluciones democráticas ya se han realizado o consolidado. ¡NO,
recién empiezan! La particularidad consiste en que para avanzar debemos
acumular fuerza propia en medio de realizar una “gestión gubernamental
e institucional” utilizando un aparato estatal que “no es el nuestro”.
Esa
acción gubernamental se hace pensando en toda la población. A veces hay
que convencer a los sectores organizados – que son todavía minorías
excepcionales en nuestras sociedades – para que, por un lado, tengan paciencia, y por el otro, contribuyan con su acción a la expansión de la organización social hacia amplios sectores de la población.
En este último trabajo a veces se tienen problemas con “sectores impacientes”[3],
u otras fracciones que están desconectados de las realidades de amplios
sectores de la población, desempleados, trabajadores informales, y
decenas de millones de familias arrasadas por décadas de neoliberalismo
y exclusión.
De
igual manera, se encuentran dificultades con sectores de trabajadores
que anteponen sus intereses particulares a la marcha del movimiento en
su conjunto. Se tiende a disfrazar reivindicaciones sectoriales con
lenguaje “seudo-socialista”, falsas fórmulas “estatistas”, que en
verdad ocultan intereses estrechos. Sus luchas reivindicativas son
justas, y por ello deben ser tramitadas con justicia y equidad
democrática, pero sin perder de vista los intereses generales.
&&&&&&&&&&
En medio del qué hacer de nuestras revoluciones, debemos ir clarificando lo que es el Poder.
Es importante comprender que éste no “se conquista” sino que se
construye. Que el Poder es “una relación de fuerzas”. Y, también, para
ajustar nuestra acción, debemos ser capaces de interpretar la forma
específica que ha adquirido la situación de “dualidad de poder”,
fenómeno que se presenta en toda verdadera revolución. Identificar y
explicar esa “particularidad” es vital para poder avanzar.
Esperamos abordar este tema en nuestro próximo artículo. Ojalá logremos estimular el debate.
[1]
Ver: Diversos pronunciamientos del Frente Nacional de Resistencia
contra el Golpe de Estado y la Coordinadora Nacional de Resistencia
Popular de Honduras.
[2] Concepciones erradas y métodos incorrectos de los insurgentes también contribuyeron con ese objetivo del imperio.
[3] Ver: Agencia de los Pueblos En Pie, “Los Pueblos del Ecuador se movilizan”; James Petras, “América Latina y el fin del socioliberalismo”; Manuel Sutherland, “Nacionalización (sin indemnización) y dictadura del proletariado; Reformismo vs Revolución.”, Kaosenlared y Rebelión (16.09.2009)
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